La granada musical underground ha dado múltiples y diversos proyectos, muchos de corta duración pero de gran interés. El caso de El Estado y La Historia es un claro ejemplo de grupo con posibilidades que se queda en tan sólo eso, aunque en este caso, y por suerte, nos dejaron sus canciones como el mejor reflejo de lo que fueron en un disco titulado "Derribar estatuas". Su música era un cruce entre el indie estatal de los noventa, la movida de los ochenta y filosofía punk. Pero mejor recurrir a una crónica de la época para ilustrarnos:

Supongo que prepararon material espaciado en el tiempo, durante años, debe dar la opción de conocerse como autor, saber si se tiene algo dentro y realmente que es. En el caso de que haya, la consecuencia inmediata debe ser un sonido propio: toda la influencia forma parte del músico, es su bagaje; y saldrá de él, permitiéndole estar en cada uno de esos minutos de música. Creo firmemente que es el caso de los granadinos José Sabio (guitarras y voz) y Antonio Vilches (sintetizadores y samplers). El primero fue cantante de los míticos KGB y el segundo ya formaba parte el EEYLH desde hace años, enigmática actividad vanguardista que tenia a muchos buenos aficionados pendientes y esperanzados. Secundados por una suficiente representación del panorama local a cargo de los instrumentos convencionales de apoyo, EEYLH es una respiración agitada, una mirada, una atmósfera enrarecida por la presencia latente de una energía contenida y rabiosa. El sonido fluye con una naturalidad insultante; a la vez familiar y desconocido, genera una tensión orgánica y punto anhelante de que va ha ser liberada a través de una profunda vocación melódica, estribillos que expanden el sofoco, turbulentos intersticios llenos de luz. Es algo que suena a propuesta, a reto.
Tras un primer contacto, los temas toman rápidamente posiciones, se desmarcan los unos de los otros a pesar de sus características comunes; un ambicioso entramado ambiental, minucioso y efectivo de samplers y sintetizadores; matices de diversas tonalidades, abigarrados o dulcemente alineados, que garantizan una profundidad sonora, intensa y viva apoyada por instrumentos eléctricos y con el contrapunto casi permanente de una guitarra acústica especialmente presente y nítida, tan cerca que desarbola. Mientras la voz se intercala, dejándose ir en una narración pausa y descriptiva marcando con una mensaje crítico el devenir de la melodía en todo su contorno. Dotando de vida propia a unos temas muchos más que heterogéneos de lo que cabía esperar; composiciones que son ante todo canciones, perfectamente defendible en directo y en cualquier formato.

Desde el carácter doliente y adictivo de Mercedes G.M. se respira un espacio distinto, un nueva velocidad; confirmados por el lirismo extremo, preciosista y minimalista de Debajo de la Piel, medio tiempo intenso, expandiéndose en cada segundo. Estado de conciencia conserva los resabio de Sonic Youth en las guitarras, en otro ejercicio de tensión casi épica y sideral, una categórica espiral de solemnidad que enlaza con la excelsitud de Salir mal y Derribar estatuas. La primera con su aliento sombrío y embaucador; la otra, convertida en hipnótico himno. Ambas condensas pinceladas de cuerdas. El sencillo borbotear Eso es todo, a pesar de la perenne desazón que imprimen la batería y las cuerdas disonantes; y el folk narcotizado de la irónicamente titulada Ritmo, conviven sin artificio con la pirotécnica rítmica de El mejor. El latir expectante de fondo ajetreado de Quieto con el caos de Cuatro. Y el dúo contrapone, ya sin apoyo externo, la placidez exótica de El espejo y Discípulos, esta por derroteros plenamente electrónicos, con un cierto hieratismo que me lleva a imaginar lo que harían ahora La Décima Víctima. El disco que he estado esperando en el último año. Sin duda.

Por Juanfran Molina

Mucha más información en la web del grupo: www.eeylh.com en indyrock.

Aquí el disco